A principios del siglo XX surgió en la ciudad de la cerámica por antonomasia, Talavera de la Reina (Toledo), una de las mejores generaciones de ceramistas pintores: Nombres como Niveiro, Montemayor, Broncano, Sosa, Ginestal y Cruz Machuca constituyen una serie de artistas que a través de la cerámica consiguen realizar grandes obras de arte que representan con plenitud la merecida fama de la escuela talaverana. Precisamente, estos dos últimos: Enrique Ginestal y Francisco de la Cruz Machuca son los autores de un panel de azulejos que representa el Entierro del Conde Orgaz, de El Greco, que realizan entre los años 1928-29, obra que consigue la Medalla de Oro de la Exposición Internacional de Lieja. No sólo realizan este tipo de trabajos más tradicionales, sino que aceptan encargos más acordes a una época en que la publicidad comienza a ser tenida en cuenta para destacar entre la competencia, consiguiendo grandes hitos en este arte aplicado al comercio madrileño como en el caso de la Farmacia Juanse o El Tablao Villarosa. En este sentido, en la calle Embajadores, 31 encontramos este antiguo Salón de Peluquería en el que los ceramistas se emplean a fondo en la decoración de esta fachada, realizada entre los años 1912-1920 consiguiendo un conjunto armónico en el que sobresalen los diseños típicos de la azulejería de Talavera como la elaborada orla que rodea el dibujo que representa la actividad del negocio.
Un trozo de la historia de Madrid se encuentra en el interior de un anodino garaje subterráneo y constituye una agradable sorpresa para aquellos que buscan aparcamiento por las inmediaciones del Palacio Real. En efecto; se trata de los restos de la llamada Torre de los Huesos, construida en el siglo XI por los habitantes musulmanes del Madrid de aquella época cuando aún se llamaba Maǧrīţ. Se trataba de una torre de vigilancia situada en el exterior del recinto amurallado, junto al cauce del antiguo Arroyo del Arenal, establecida aquí dos siglos después de la construcción de las murallas musulmanas en el siglo IX. Su función consistiría en avisar del posible acercamiento de tropas de los reinos cristianos del norte en sus incursiones de saqueo por esta zona del centro de la Península. El nombre de esta atalaya deriva de la Huesa del Raf, el antiguo cementerio islámico, en cuyas cercanías se hallaba la torre. Cuando Alfonso VI conquistó la ciudad, la torre pasó a formar parte ...
Comentarios
Publicar un comentario